martes, 1 de mayo de 2012

LOS CÓDICES. Pulsar para acceder a la página que contiene información relevante.

Los códices, hechos con láminas de papel de amate o de piel de venado, dispuestas en forma de biombos de pequeñas proporciones y resguardadas en sus extremos por cubiertas de madera, eran verdaderos libros en los cuales las altas culturas de Mesoamérica registraban hechos mitológicos o reales. Los códices eran un medio de salvar del devenir de la historia, por medio de la línea y el color, la cronología, la ciencia astronómica, la mitología y las glorias militares con la consecuente tribulación de los pueblos sometidos, asegurando la continuidad del conocimiento mágico de los sacerdotes y afirmando la conciencia del poder temporal de los gobernantes.
LÍNEA Y COLOR
Igual que las de los murales, pero más finas y miniadas, las figuras de los códices constituyen un alarde de maestría de oficio de los tlacuilos que los hacían. El color, plano y sin matices, llena los espacios interlineales del dibujo, armonizado en contrastes decisivos, alegres y audaces casi siempre, como una prueba más de la sabiduría cromática que caracteriza a todos aquellos pueblos.
Sólo cuatro códices aztecas de importancia artística se han salvado: el Borbónico, el Tonalámatl de Aubin, la Matrícula de Tributos y la Tira de la Peregrinación, todos ellos coloreados, excepto el último que está hecho sólo a línea.
El Códice Borbónico –hoy en la Biblioteca del Congreso, en París– es el único de este grupo que fue realizado antes de la Conquista. Los demás son copias ejecutadas en el transcurso del siglo XVI, a partir de los códices originales prehispánicos, empero, a pesar de ello, conservan todo el sentido simbólico e incluso el tratamiento artístico de sus modelos.
El Códice Borbónico consta de dos partes principales: una estrictamente calendárica y adivinatoria, en la que se suceden, lámina tras lámina, las figuras de los dioses de los meses, de los glifos de los días y de los pronósticos del Tonalámatl (Calendario Ritual) para los hombres que nacían bajo tal o cual signo; la otra parte, ceremonial, registra las festividades religiosas con un cuidadoso detallismo que les imprime vitalidad: ofrendas y danzas frente a los templos, juegos de pelota, procesiones espectaculares y, al final, la ceremonia del "fuego nuevo", como centro de un círculo de sacerdotes y guerreros que encienden en la hoguera sagrada sus haces de cañas para inundar nuevamente de luz el mundo.
De la "quema" de Maní sólo se salvaron los tres códices mayas que ahora se conocen: el Dresden, el Tro-Cortesiano y el Peresiano. Los dos primeros pintados al finalizar la época clásica de la Cultura Maya (siglos X o XI) y el último en tiempos cercanos a la llegada de los españoles.
El contenido de estos tres códices es estrictamente religioso. En sus láminas aparecen, en sucesión infinita, dioses y sacerdotes oficiantes dibujados con líneas fluidas y sensuales que destacan las figuras sobre fondos de color plano de indescriptible sutileza.
El Códice Dresden, el más hermoso de los tres, es un libro astronómico. El Códice Peresiano, que se encuentra en la Biblioteca Nacional de París, está compuesto por hojas plagadas de dioses y jeroglíficos suavemente coloreadas con verdes y sienas. 
El Cortesiano, o Tro-Cortesiano, el más reciente, demuestra en su tratamiento la decadencia de la Cultura Maya.

lunes, 27 de febrero de 2012

EJEMPLO DE UNA RESEÑA EXPOSITIVA

LOS CAMINOS DE LA CREACIÓN RULFIANA

En sólo breves páginas, Alberto Vital en su obra Juan Rulfo editada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en su colección Tercer Milenio, comparte con los lectores sus apreciaciones sobre la vida y obra de Rulfo, desde sus primeras incursiones como lector y escritor hasta la etapa de creación en El llano en llamas y Pedro Páramo, sus dos obras que lo convirtieron en un clásico universal en la literatura.

La obra de Vital pone al alcance del lector una breve lectura pero confiable y plena, misma que apoya con imágenes e información que le ofrecen un panorama amplio sobre la vida y obra de Rulfo, un mexicano universal. Aborda desde la formación hasta el proceso creador. Se trata de un texto descriptivo, estructurado en seis partes secuenciales, de fundamental interés para el lector común y para los estudiosos de la literatura mexicana.

Asimismo, considera que en El llano en llamas aparecen casi todos los temas que trata el autor en su obra, desde el regionalismo, el convulso México de la primera mitad del siglo XX que se refleja en la obra de Rulfo con todas sus tensiones, hasta el erotismo y la religiosidad como posibilidades de escapatoria.

De Pedro Páramo, Alberto Vital nos dice que: “uno de los rasgos más poderosos es la presencia de voces fantasmales y de ánimas en pena; ello permite al autor exhibir la inmensa gravedad de la violencia y de la cerrazón propia del cacicazgo y la iglesia”. Al mismo tiempo señala que la religiosidad es uno de los cuatro motores fundamentales de la acción en Rulfo, junto con la violencia, el deseo de huir y las urgencias primarias, como el hambre y el afán de sentirse orientado y protegido.

Vital, Alberto. Juan Rulfo. México, CONACULTA: Tercer Milenio, 2003.
Fotos e ilustraciones archivo de la familia Rulfo y la Fundación Juan Rulfo A. C.
63 páginas $54.00